Foto: Diario abc - Paraguay |
“Pindoyú era
un poblado con status propio, como otros por donde el tren pasaba. Había una
escuela, un centro de salud, un templo católico, una comisaría y varias casas en
torno de la estación que poseía el mismo nombre del pueblo. Nuestra casa estaba
alejada de la estación, en realidad la penúltima antes de empezar el misterioso
mundo de la selva o por lo menos lo que restaba de ella.
La memoria recoge
las cosas a su modo y es lo que veo en este instante al cerrar los ojos para
recordar. Una vía férrea que cortaba el pueblo en dos, lo que en realidad no
causaba ningún contratiempo, pues las carretas ensanchadas por bueyes podían,
sin complicaciones, pasar de un lugar a otro”.
El centro
del pueblo era la estación del tren, pues en ese lugar ocurrían las pequeñas
novedades, las noticias se multiplicaban así como los encuentros y las
despedidas. Allí, por ejemplo, percibí que las mujeres podían ser tan hermosas
cuando llegaban de tan lejos en el tren para visitar a sus parientes. Nuestras vecinas
venían de Buenos Aires con el pelo coloreado, maravilloso, con sus ropas
elegantes y no sé por qué me parecían muy altas. Las observaba de lejos y me
encantaban sus modos de hablar, de caminar, más aún cuando me decían cosas como
“vení, no seas tímido”.
El almacén
de don Julio quedó grabado en mi memoria, pues allí, por primera vez vi que la
sal podría ser refinada como el azúcar y para comprobarlo tuve que utilizar la
lengua. Allí mismo me encontré con otra maravilla de la invención humana, la televisión
en blanco y negro que funcionaba con acumuladores y cuyas imágenes eran afectadas
por las “constantes lluvias” en la capital.
Me gustaba mirar el paso del tren, las veces que venía
de San Salvador llegaba muy cansado como si supiera que faltaba apenas una
estación para completar el itinerario, Ava’i; quizá por eso exageraba con su
silbato haciendo saber que había llegado. Cuando venía de Ava’i la miraba con
cierta tristeza al ver las despedidas de la gente, algunas lágrimas en los ojos,
quizás estaba previendo que en breve, también mi familia sería conducida hasta
la lejana estación de Asunción en busca de otros sueños.
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