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viernes, 20 de febrero de 2015

PINDOYÚ


Foto: Diario abc - Paraguay

“Pindoyú era un poblado con status propio, como otros por donde el tren pasaba. Había una escuela, un centro de salud, un templo católico, una comisaría y varias casas en torno de la estación que poseía el mismo nombre del pueblo. Nuestra casa estaba alejada de la estación, en realidad la penúltima antes de empezar el misterioso mundo de la selva o por lo menos lo que restaba de ella.

La memoria recoge las cosas a su modo y es lo que veo en este instante al cerrar los ojos para recordar. Una vía férrea que cortaba el pueblo en dos, lo que en realidad no causaba ningún contratiempo, pues las carretas ensanchadas por bueyes podían, sin complicaciones, pasar de un lugar a otro”.

El centro del pueblo era la estación del tren, pues en ese lugar ocurrían las pequeñas novedades, las noticias se multiplicaban así como los encuentros y las despedidas. Allí, por ejemplo, percibí que las mujeres podían ser tan hermosas cuando llegaban de tan lejos en el tren para visitar a sus parientes. Nuestras vecinas venían de Buenos Aires con el pelo coloreado, maravilloso, con sus ropas elegantes y no sé por qué me parecían muy altas. Las observaba de lejos y me encantaban sus modos de hablar, de caminar, más aún cuando me decían cosas como “vení, no seas tímido”.

El almacén de don Julio quedó grabado en mi memoria, pues allí, por primera vez vi que la sal podría ser refinada como el azúcar y para comprobarlo tuve que utilizar la lengua. Allí mismo me encontré con otra maravilla de la invención humana, la televisión en blanco y negro que funcionaba con acumuladores y cuyas imágenes eran afectadas por las “constantes lluvias” en la capital.

Me gustaba mirar el paso del tren, las veces que venía de San Salvador llegaba muy cansado como si supiera que faltaba apenas una estación para completar el itinerario, Ava’i; quizá por eso exageraba con su silbato haciendo saber que había llegado. Cuando venía de Ava’i la miraba con cierta tristeza al ver las despedidas de la gente, algunas lágrimas en los ojos, quizás estaba previendo que en breve, también mi familia sería conducida hasta la lejana estación de Asunción en busca de otros sueños. 

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