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lunes, 9 de diciembre de 2013

HERENCIA

II

Nelson piensa cuando llueve y dice sus cosas sin cansarse. A veces también canta, pero sus cantos son ininteligibles. Dice que las palabras nacieron por voluntad de Dios, que llegaron al mundo, inventaron la vida y el dolor. Crearon un ejército apocalíptico, caballeros del mundo. Todo se originó de un estornudo, el origen del caos. Se multiplicaron, construyeron palacios, torres, armas y mataron. También amaron y se dividieron. Como un arcoíris, infinitas formas, combinaciones, variantes. El mundo conoció el amor y al mismo tiempo la guerra, la muerte, la vida, el dolor. Las palabras reinaron en el mundo, hubo una guerra. Nelson deja de decir sus cosas y suspira, mueve la cabeza y sueña. La guerra de los Verbos, de la creación, de Dios consigo mismo, de la oscuridad por conquistar al Verbo. La oscuridad siempre fue silencio, le falta palabras, no sabe Amar, la oscuridad es árida. Así fue el primer día del caos, recuerda Nelson en su silencio. Caos, revolución, caos. Inventaron los nombres y todo existió, existencia, palabras que eran buenas, buenas palabras. Nombraron, inventaron, crearon hormigas, lechuzas, caminos, despedidas, el amor y las lágrimas. Existieron, eran, habían, estaban. Del caos nació la vida, Nelson comprendió que el Verbo era la Vida. La lluvia le emociona siempre, se pierde siempre con las hojas que se mueven con las gotas carnudas.

lunes, 2 de diciembre de 2013

Herencia

Mucho después de la Nada

I

Nelson habla cuando observa la lluvia y su corazón despedaza en la oscuridad. Dice que el tiempo explota por la ventana. Unas nubes oscuras preparan la muerte. Misterios de los que viven vuelan bajo con sus alas sucias de carbones. La tormenta nos limpiará de nuestros pecados, pecado haber nacido ensangrentado, de una mujer. Que gritemos, que gritemos ¿Qué importa? Si el tiempo explota y la vida vuela, renace, resiste. Persiste entre violentos rayos y quebrantos, que las palabras nacidas de la divina noche, del Dios único verdadero, Verbo del tiempo, nos hagan fuertes, endurezcan nuestros brazos, alivianen nuestro corazón de sus dolores. Que las palabras, insostenibles, etéreas, putas, santas, heroínas, chacales, a veces, generosas, nos ofrezcan paz, humanidad y lealtad. Dejemos de lado las alas que tenemos, o que pensamos poseer. Debemos correr, caminemos, corramos. La tormenta, la soberana muerte, Madre de todos los vivos, llegan con sus maletas para cegarnos las risas. Corramos, corramos hacia la nada, hacia la tierra que nos posee. ¿Adónde podremos ir? No usen las alas, serán nuestras últimas armas, no usen las manos, usen los pies. Somos humanos, apenas humanos, corramos, corramos.