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jueves, 24 de abril de 2014

MUCHO GUSTO

Es necesario saber que las cosas pasan y que las personas mueren. Recordé las palabras de mi sueño sin abrir los ojos. Me parecía que sabía aquello, pero me dejé llevar por un entusiasmo infantil y cuando me di cuenta ya era tarde. No había forma de regresar a casa como me hubiera gustado. Quizás todo haya ocurrido así, como en el cuento de Kafka, me desperté convertido en un animal irreconocible, con la sola memoria del día anterior, de modo que no sabía lo que había ocurrido.
Traté de levantarme pero no lo conseguí porque no tenía patas, más bien unas antenas se extendían en mis extremidades. Quise gritar y lo que salió de mi boca fueron apenas articulaciones irreconocibles, balbuceos, que no tenían nada de humano. Debo estar soñando, dije tratando de tranquilizarme, pero el grito de horror de Morena me confirmó que no se trataba de un sueño. Era un animal horrible, igualito, como había sucedido en la cama de Kafka.
Parecés una araña, dijo Morena sujetando su espanto con las manos. Quise pedirle que se calmara, que debía existir alguna explicación razonable, pero su espanto era tal que se tomó el pelo y estaba como para arrancárselo.
La sorpresa fue grandiosa cuando ingresó a la habitación y se miró en el espejo, había ocurrido lo mismo con ella. Quise reírme de nuestra estúpida situación. Es su culpa, pensé, pues el día anterior había dicho que deseaba ser una cucaracha para ingresar en mis pantalones. Claro, ahora estaba realizado su sueño y para colmo me tomó también a mí su transformación. Ahora estábamos los dos en ese estado deplorable de pura descomposición.
Fue el Alacrán que me mordió ayer, dijo ella con pavor al tratar de entender lo que nos había ocurrido. ¡Puedes hablar!, dije, admirado al percibir que también yo podía hacerlo. Fue el maldito Alacrán que estaba en el florero del jardín, me había mordido la punta del dedo, dijo ella desconsolada.
No podemos seguir así, grité yo, no es posible que esté ocurriendo esto. Parece un sueño, debe ser un sueño, dije, cada vez bajando más la voz al recordar lo que había soñado unos años atrás. No puede ser, dije cerrando los ojos. No es posible, creía que fuera apenas un sueño, no puedo creer que sea verdad, dije, ahora entre largos suspiros desesperados.
Morena, ¿recuerdas el sueño que te conté años atrás?, pregunté implorando con los ojos una respuesta positiva que necesitaba pues me parecía que me estaba volviendo loco.
¿Qué sueño?, respondió devolviéndome la pregunta. El sueño de la muerte, respondí con la voz estremecida. ¡Oh, no!, dijo ella, esa misma historia, no por favor, dijo tratando de mover la cabeza despacio como si fuera una hormiga gigante.
Sí, está ocurriendo Morena, dije desolado, nos estamos convirtiendo en insectos, por más que en mis sueños éramos mariposas. ¡Oh, no!, será que aún vamos a transformarnos en otros seres peores. No puede ser, esto no puede estar ocurriendo, dijo ella, yo prefiero la muerte que seguir siendo un insecto.
Quise decirle que no fuera tan dramática, pero me callé. Paciencia, dije con un hilito de voz. Fue lo último que recuerdo, cuando dije la palabra paciencia, ella inmediatamente dejó de ser el asqueroso ser que estaba sentado en la cama. Recuperó su cuerpo, la miré con esperanza, ella estaba desnuda, pero no parecía consciente de tal situación, será porque estaba muy feliz.
Paciencia, paciencia, dije aguardando recuperarme también yo de la maldición que había caído sobre nosotros. Repetí aquellas palabras que me parecían mágicas, pero infelizmente no ocurrió nada.
Morena se acercó con las manos hacia atrás, sin decir nada me besó medio asqueada, pero era un beso regalado al fin y dijo que ahora sí recordaba con claridad el sueño del que le había hablado. ¿En tu sueño eres tú quien muere o yo?, preguntó. Respondí que era yo y lo comprendí todo.

Ella sonrió y vació sobre mi rostro un litro de insecticida.

jueves, 3 de abril de 2014

TUERCA


Una tuerca desamparada
Entre rieles obvios
Delante el silencio de un rascado muro
Que absorbe la vejez del mundo