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lunes, 7 de diciembre de 2009

THEILHARD DE CHARDIN

Theilhard de Chardin (1881-1955) fue un teólogo, paleontólogo, francés, jesuita, que creía que todo en el Universo fuera pensado por alguien infinitamente superior, que algunos filósofos se apresuraron en dar nombre a esta verdad como “el ser”. Es decir algo/alguien que justifica toda la realidad. Este teólogo afirma que la ciencia tiene razón en parte, pues afectivamente el ser humano ha venido evolucionando hasta llegar a ser lo que podemos ver en nuestros días. Un ser muy complejo cuya definición ninguna ciencia se atreve a concluir sin incurrir en la posibilidad del error. ¿Homo sapiens, homo faber, homo ludens, homo demens? ¿Filosofía, el progreso, la técnica, la fiesta, la gracia, la locura consumista actual?, ¿cuál realidad expresaría mejor al ser humano? Evidentemente todas esas cualidades, y muchas otras, hacen que el hombre tenga rostro humano. Pero ninguna de estas dimensiones puede explicitar integralmente al ser humano.



Nuestro teólogo en cuestión, aceptando la posibilidad real de la evolución, no del evolucionismo, que hasta ahora sigue discutiendo entre ellos, si el ser humano evolucionó de un simio o de una larva. Es importante percibir que el ser humano ha venido evolucionando. Hubo evolución, evidentemente muchas cuestiones siguen sin respuestas. Theilhard de Chardin ha introducido una ciencia diferente de la filosofía (apoyo, “sierva” de siempre) y ha afirmado que efectivamente el ser humano evolucionó y que dicha afirmación no destruye la compresión de que el mundo haya sido creado por Dios. Hubo creación, que también es diferente de la creencia del creacionismo, es decir aquellos que afirman que Dios creó todo literalmente como afirma el libro de Génesis. Localizó en Jesucristo el punto más alto de la humanidad, pues Él es la Omega. Obviamente entramos en el campo religioso, donde muchos tuercen la nariz inspirados muchas veces por prejuicios y por testimonios cristianos, judíos, o musulmanes, casi obscenos que en nada ayudan a la religión. Pero esa es otra historia. Lo que importa en este pequeño espacio es la revolución que causó este hombre en la teología, evidentemente pagando el precio que la vieja manera inquisitorial imponía. Perdió cátedra, libros fueron prohibidos, fue enviado al exilio. Lo más triste, murió solo en el exilio, fue enterrado en Estados Unidos por tres personas.


¿Qué ha persistido de este hombre iluminado? Una obra basta, consistente, difícil, con una confianza enorme en el ser humano y un testimonio de hombre de fe maravilloso. Supo vivir con humildad lo que creía hasta el final de su vida. Toda la realidad tiende hacia un fin, alguna vez todo será uno en Cristo. Probablemente muchas cosas serán esclarecidas. Quizás tengamos que reírnos de nuestras muchas estupideces. Razones no faltarán para nuestra diversión.

“No nos escandalicemos tontamente de las esperas interminables que nos ha impuesto el Mesías. Eran necesarios nada menos que los trabajos tremendos y anónimos del Hombre primitivo, y la larga hermosura egipcia, y la espera inquieta de Israel, y el perfume lentamente destilado de las místicas orientales, y la sabiduría cien veces refinada de los griegos para que sobre el árbol de Jesé y de la Humanidad pudiese brotar la flor… Cuando Cristo apareció entre los brazos de María, acababa de revolucionar el Mundo” (Teilhard de Chardin. Himno del Universo).

¡Feliz Navidad a Todos!