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jueves, 27 de marzo de 2014

HERENCIA

III

Nelson sabe el poder de las palabras, sabe que es necesario paciencia. La lluvia sostiene pero exige clemencia. Dios
era Palabra, volaba sobre las aguas, por lo menos así enseñaron los hombres extraños vestidos de negro. La luz aún no era nombrada, así dijeron, así nos enseñaron, así aprendimos. La luz no era, no podría ser. La oscuridad reinante, la oscuridad más fuerte, el silencio, la muerte del sonido. Inventaron armas y algunas palabras se rebelaron. Dios se arrepintió de haberlas creado, Dios se arrepiente a veces, así nos enseñaron ellos, los hombres extraños. Nelson sabe de sus limitaciones, de las cosas que ha visto en internet. Los hombres vestidos de negros enseñaron que Dios decidió terminar con las palabras más severas y más rebeldes, pero las palabras se prepararon, construyeron barcas, aviones, trenes e inventaron algo muy extraño: ¡inventaron la Nada! Cuando el Señor destruyó todo en un sólo segundo, quedó la Nada flotando como si nada, en la oscuridad total que la abrazó como si fuera su hija. Hubo silencio, apenas eso, ya no hubo palabra, vida no hubo, había ganado la muerte, vacío de Ser, de Haber de Estar. Nelson acaricia el brazo como si su memoria le provocara frío, la lluvia insistente, parecía inalterable. Inmutable. Ya no hubo tiempo, el silencio fue total, apenas la Nada inventada por palabras. Nelson tirita de frío y concluye que no comprende nada y se deja seducir por las luces de la ventana que encienden y apagan.