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martes, 20 de marzo de 2012

CARTA DE JUAN PYGUASU

Dejaré la palabra mágica en la puerta para que no te molestes en abrirla. Me aseguraré de que esté bien escrita, apenas una palabra, nada más para que no te robe el tiempo. Quizás al leer la palabra mágica sonrías y alcanzar esa gracia sería suficiente. Qué gano con olvidarte si todos los días te recuerdo. Por aquí no ha llegado la nieve como en Montreal donde las calles se han vuelto blancas. Por este lado el sol hace lo suyo, pero de vez en cuando se argela e fecha os olhos e já ninguém é capaz de fazê-lo voltar. Tuicha ko ara ovo nde resápe. Sólo para que sepas que sigo con mis lecciones de portugués y de guaraní. He decidido estudiar guaraní. ¿Para qué sirve eso?, mejor estudiás lengua de gente civilizada, dijo Favero, el mayor dueño de tierra paraguaya, sí aquel que fue comprando todo a precio de banana, expulsando con su plata a los pequeños propietarios. Ése mismo dijo que el guaraní no sirve para nada. Me reí al hacer una lista de las cosas que no sirven para nada. ¿Un pájaro en vuelo servirá para algo? ¿La sonrisa de un niño tendrá alguna utilidad?, ¿la puesta del sol tendrá su precio?, y ¿las manos entrelazadas de los enamorados, los soldaditos escuálidos, los músicos, los poetas servirán de algo? Por eso mismo decidí estudiar el guaraní, porque en esta vida no todo tiene que tener utilidad como esa palabra que dejé colgada en la puerta, la palabra mágica, que ahora será tuya, que no responderás porque no será necesario. Hablo de felicidad, apenas eso, felicidad es lo que soñamos y jamás alcanzamos porque la vida es dinámica, corre y es inalcanzable, nosotros, pobres ingenuos corremos detrás de ella pensando saciar lo insaciable, alimentándonos con el peligro de convertirnos en obesos del tiempo. He dejado la palabra colgada en la puerta.



Este mensaje se autodestruirá en tres días …

jueves, 8 de marzo de 2012

EVA

El alfarero modeló una figura y sonrió al parecerle muy cercano a lo que había imaginado, con el dedo indicador tocó el pecho de la figura y ésta empezó a vivir, como si despertara de un sueño de siglos, abrió los ojos y fue disipándose una espesa niebla, nació lo nuevo para ella, desde entonces pudo contemplar a su creador, majestoso y hermoso como el mismo sol. La figura no dijo nada porque no sabía hablar, todo era muy nuevo para ella, ni siquiera sabía que pudiera hacerlo hasta que algo imperceptible, cálido, burbujeante le pareció traspasar la cabeza y maquinalmente llevó los dedos al oído, sintió un agujero chiquito y se miró los dedos. Eran muchas informaciones recientes que su cabeza parecía volar como si fuera una mariposa. Primero el tambor se transportó en sus sienes, entendería más tarde que era el latido de su corazón, luego escuchó la brisa suave moviendo las hojas, acarició instintivamente la comisura de su oreja con el dedo recién hecho con todas sus sensibilidades. Suspiró sin entender lo que era un suspiro, una cantidad de aire caliente surgió de su interior, de tal modo que percibió los dos agujeritos bien en el medio de la cara, como un niño travieso exploró las dos cavernas y apreció el perfume de sus dedos que olían a tierra mojada, pero ella aún no podría saberlo, le pareció agradable y olió el brazo, fue cuando bajó la mirada y percibió los pies, movió despacio los dedos, vio las uñas blancas casi trasparentes, supo que podría caminar y así lo hizo inaugurando el espacio y el tiempo. La admiración le obligó a pronunciar lo que sería una interjección, en su boca sintió algo como una víbora y le pareció un juego el movimiento de la lengua. Por primera vez supo de sus pestañas que parecían ventanitas que cerraban y abrían inconscientemente, muy parecido al respiro, al arte de vivir en cada pulsación de oxígeno llevado al interior y luego expulsado como si se tratara de una perpetua purificación del mundo. El gran susto se produjo cuando vio como en un espejo a alguien muy parecido con ella, su corazón aceleró al percibir que la otra figura tenía una larga cabellera y resaltaba en su boca dos labios rosados muy parecidos a la vida. Miró al sol y comprendió que sería necesario doblar las rodillas, cuando trató de tocar la figura con sus dedos, ésta se deshizo en una liquidez espantosa, entendió que la figura apenas era su reflejo en el agua. El sentimiento que surgió aún no tenía nombre, más tarde entendería que fue su primer desencanto.