Mucho después de la Nada
I
Nelson habla cuando observa la lluvia y su corazón despedaza en la oscuridad. Dice que
el tiempo explota por la ventana. Unas nubes oscuras preparan la muerte. Misterios
de los que viven vuelan bajo con sus alas sucias de carbones. La tormenta nos
limpiará de nuestros pecados, pecado haber nacido ensangrentado, de una mujer. Que
gritemos, que gritemos ¿Qué importa? Si el tiempo explota y la vida vuela, renace,
resiste. Persiste entre violentos rayos y quebrantos, que las palabras nacidas
de la divina noche, del Dios único verdadero, Verbo del tiempo, nos hagan
fuertes, endurezcan nuestros brazos, alivianen nuestro corazón de sus dolores. Que
las palabras, insostenibles, etéreas, putas, santas, heroínas, chacales, a
veces, generosas, nos ofrezcan paz, humanidad y lealtad. Dejemos de lado las alas
que tenemos, o que pensamos poseer. Debemos correr, caminemos, corramos. La tormenta,
la soberana muerte, Madre de todos los vivos, llegan con sus maletas para
cegarnos las risas. Corramos, corramos hacia la nada, hacia la tierra que nos
posee. ¿Adónde podremos ir? No usen las alas, serán nuestras últimas armas, no
usen las manos, usen los pies. Somos humanos, apenas humanos, corramos,
corramos.
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