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lunes, 3 de diciembre de 2012

LA TORMENTA


La escritura tiene el poder misterioso de devolvernos el tiempo perdido. Leyendo algún libro es posible regresar a mundos del pasado. Así ocurrió conmigo leyendo un texto de Alejandro Maciel, muchas imágenes de mi infancia revolotearon por la habitación tan lejos de todo. Recuerdo perfectamente la tormenta porque la oscuridad fue intensa y sin querer mi hermana metió su dedo en mi ojo. Entre lágrimas trataba de ver los rayos que brillaban entre las hojas mojadas de los naranjos. Nos habíamos refugiado en la casa de Ña Gervasia. La humildad de aquella casa era tan segura que el miedo fue disipándose con la tormenta. Apenas se escuchaba las gotas que caían del techo de paja anunciado que todo volvería a la normalidad de la vida. Un niño tiene el poder de magnificar la realidad. Cuando volví a aquella casa muchos años después vi que la casa era bajita, ya en ruina, abandonada, una tristeza como el mundo inundó mi corazón. Todo había cambiado. El país había empobrecido aún más. Ya no había tren, casi todos los vecinos habían migrado. Estarían recordando como yo, en las villas de la gran Asunción, el mundo encantado de la infancia, alimentando, quien sabe, los sueños que aún no se cumplieron. 


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